jueves, mayo 28, 2009

El ritmo que llevan mis secretos




Danzan suavemente porque escuchan
los sonidos del silencio
el susurro incansable del viento
y la luz inexorable de la primavera infinita
que habito.
Mis secretos son tuyos, pero yo los guardo
en un baúl de oníricos maderos de pinos…
De pinos que pertenecen a otra tierra
y arrullan mis sueños con su aromático
canto, verde intenso y esperanzado.
Mis secretos se mueven con la sutileza del verso
con la intensidad de un sol acompasado.
Son mis secretos, rítmicos sonidos interiores
que acarician tu piel de páramo y madrigal.
Te digo un secreto en el túnel que lleva ondas
de amor hacia tu médula.
Te cuento en una danza lenta…como te llevo
hasta en mi torrente, en cada golpe de clepsidra
que suena aquí en mi pecho.
En este ritmo de flauta de pan, recién amasado
te digo amor: eres todos mis secretos
en un tango de arrebato eternamente nupcial
o en un valz de dulzura infinita.

Antonietta Valentina

martes, mayo 19, 2009

Desde el patio de la eternidad/ A Don Mario Benedetti


Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.



Mario Benedetti


Desde el patio de la eternidad


Desde el patio de la eternidad
te acompañan tantos poetas
tantos, tantos que como tú han partido
dejando para el mundo su legado.
Ese sentir y vivir para llenar
los lienzos de amapolas
y luego verlas volar como golondrinas.
Te vas como un acantilado
te vas a un cielo azul pero lejano.
Te vas, pero te quedas, te quedarás de lejos
con tu bandera blanca platicándonos.
Ese llamado a paz y el canto al labriego
al campesino, al niño que en la panza
guarda una solitaria y calla sin pan.
Esa voz erizada al amor...
Poeta de poetas, hombre de América
hombre luz que dejas mil versos
espigados al tiempo, alzados al viento azul.
No has muerto, estás en el patio de la eternidad.
Repartiendo golosinas y trozos de sur
llevados como equipaje al norte.
Único equipaje de tu esencia, Benedetti.
Tu alma eterna viaja y nos veremos más allá
en la última estación..

Antonietta Valentina

miércoles, mayo 13, 2009

Tampoco es cuento, es una huella

Desapareció un día cualquiera, en realidad entre tantas cosas que tengo por hacer, no me percaté de su ausencia. Ya no pisa el asfalto que hay debajo de mi ventana. Recuerdo que un día estaba asomada fumando un cigarrillo y me llamó la atención aquella mujer delgada, alta, morena y con un físico atlético, a pesar de la deformidad de su pierna derecha. Parecía un arco desde la cadera hasta la rodilla y aún así llevaba pantalones largos. Siempre con un bastón, se desplazaba a paso rápido por la calle. Los músculos de sus brazos eran bien definidos. Tenía un cuerpo envidiable, excepto su deforme pierna. También se notaba a leguas que era gente pobre.
Iba y venía, como si anduviera haciendo diligencias, una mujer joven ocupada, con quehaceres domésticos, pensaba yo.
Admiraba la manera de desplazarse y su talante. Un buen día observo que compra algunas chucherías en el kiosko de aquí abajo y todo lo colocaba en una bolsita plástica, inclusive, el dinero. Se sentaba en un muro que hay enfrente y allí pasaba horas de horas. Me perturbaba saber que no tenía una cartera o un bolso que pudiera guindarse de la espalda para que su andar fuera mas cómodo, ya ocupaba sus dos brazos para poder desplazarse. Con el derecho tomaba el bastón y con el izquierdo hacia movimientos circulares a modo de impulso. Admiraba su manera y me producía angustia que no tuviese algo cómodo donde llevar sus “pertenencias”. Y así me tocaba verla casi todos los días y todos los días la admiraba y me preguntaba muchas cosas sobre ella.
Un día decidí obsequiarle un morral y tuve que esperar varios días para volver a verla y bajar a entregárselo, ¿ a cuenta de qué ? Pues a cuenta de ponerme en su lugar, a cuenta de pensar que a mí me sobraba algo que a ella obviamente le faltaba.
Pasaban los días y no lograba verla hasta que decidí preguntarle al acomodador de vehículos del restaurante de abajo, si por casualidad la había visto y me dijo: ¿ A quién al transformista?
Yo le contesté, no ella no es transformista, al menos no parece. En fin dile que la señora de allí arriba tiene algo que darle.
Estuve pendiente y nada. Hasta que un buen día la veo pasar y tomé el bolso y bajé las escaleras aceleradamente, no fuera que se me escapara.
Crucé la calle y le dije: ¡ Epa, mira ¡ y ella volteó y me miró. Al verle el rostro, al ver su mirada, comprendí que si era realmente transexual. Sentí algo extraño en su mirada y cuando me habló más aún me embargó una sensación de desasociego, pero que superé en el mismo momento, al fin y al cabo no era un ser extraterrestre, no era ET, era un ser humano.
Le dije: Hola, mira yo te veo pasar siempre y me parece que esto te podría ser útil.
Ella me respondió: Ay gracias mamita…
Y rápidamente desaparecí del lugar. Pero luego desde arriba la observaba.
Pasaba siempre con su bolso y al comprar cualquier galleta o chuchería en el kiosco, ya tenía la comodidad y el lugar ideal para guardar sus cosas. Eso me hizo feliz y comencé a hacerme preguntas sobre su pierna, por qué la tendría así totalmente torcida, si sería de nacimiento, si sería de una enfermedad en su infancia, o si sería un tiro o un accidente…siempre lograba llamar mi atención y con ella pensamientos saltaban y preguntas me hacía hasta el cansancio.
Un día me di cuenta que estando sentada en el muro de enfrente se metía “crack”
Y desde aquí podía notar sus cambios, y su viaje comenzaba con pedirle dinero todo el que pasaba por allí. La mamá que venía caminando con su hijito, el vendedor de chicha, la señora que venía cargada de bolsas de abasto, transeúntes y más transeúntes, eran todos abordados por ella, algunos le daban algo, otros la ignoraban o la miraban con desprecio.
Todo esto llamaba mi atención y sacaba conclusiones, reflexionaba y me condolía cada vez que la veía meterse sus piedras y darme cuenta de sus viajes y su mendigadera y como iba cambiando. Todo lo que hacía, como se tambaleaba, escupía, se tocaba sus partes íntimas, comía, gritaba, etc.
Supe que era del barrio que está debajo del puente de la plaza de Las Tres Gracias. Que en su tiempo fue hermosa, ahora es una plaza casi en ruinas.
Un día me senté a escribir un poema titulado Rosita, en el que pude expresar lo que esa musa me inspiraba y todos los días me patinaba su ser en mi memoria.
Supe que tenía un novio de por allí. Y llegué a verla gritar por la calle insultando a la gente. Para mí todo esto era patético, me producía dolor, angustia, y miles de interrogantes. Supe que hubo ajustes de cuentas entre transexuales de la zona, supe de crímenes y Rosita más nunca ha vuelto por aquí. Un personaje que me impactó mucho y por el que hubiera querido hacer algo, lamentablemente excepto el haberle regalado el bolso, nada pude hacer. A veces pienso que pudo haberlo vendido para comprar su droga porque después de un tiempo no lo portaba. Al final pasó a la historia Rosita, pero dejó al menos en mí una huella, un poema y este relato que termina en este preciso momento y todas las reflexiones que hice en ese transcurso.

Antonietta Valentina

domingo, mayo 03, 2009

Hoy, en un rato de soledad


Especialmente
en este preciso instante
sentí como se apretaba mi pecho
de mis ojos salían aguas doloridas
mi garganta silente y apretada

Hoy, especialmente en este momento
en que leo, oigo, me entero
y me siento conmigo y sigo pensando
me pregunto, me respondo
y se me secan las palabras
se enredan en mi pensamiento las tristezas ajenas

Hoy,
porque es ahora que encuentro más hondo este pesar
por los que caen, por los que lloran
por los que tienen hambre y no tienen pan
por los suicidas, los genocidas
los enfermos y los que mueren
por los maltratados y también los victimarios
los ricos y los pobres
los niños huérfanos de padres
huérfanos de amor
los padres huérfanos de sí mismos
por esta humanidad tan inhumana

Hoy me vino un llanto repentino
y gotas del dolor ajeno rodaron mis mejillas
porque no puedo hacerme sorda, ciega y tonta
porque no puedo dejar de sentir lo que otros sienten
irremediablemente, vivo calzando el zapato ajeno
y por esa razón, creo que siempre estoy sufriendo

Y luego de haber drenado este despecho
me siento y escribo todo lo que aquí
dentro de mí ocurre casi a diario

Siempre es hoy, que en un instante
pasa mi compañera soledad a recordarme
que hay alguien que necesita de mis lágrimas
mi compasión, mi voz y mi palabra
y el calor de estas manos escribientes


Antonietta Valentina